Por
  • Javier A. Zaragoza Aguado

El artesano de la música (en memoria de Joaquín Carbonell)

Los aragoneses despiden a Joaquín Carbonell.
Los aragoneses despiden a Joaquín Carbonell.
Guillermo Mestre

El 23 de abril del pasado año, con motivo de la celebración del Día de Aragón, recibió la Medalla al Mérito Cultural que le había concedido el Gobierno aragonés, y en ese solemne acto que compartimos como premiados lo más emocionante fue escucharle cantando esa hermosa canción titulada ‘De Teruel no es cualquiera’.

Para él, la música y su guitarra eran inseparables. Como le dije en cierta ocasión, "eres el último juglar de la canción popular", un músico con una vitalidad impropia de su edad biológica y unas enormes ganas de compartir su música con la gente corriente. Llevaba más de cincuenta años subido a los escenarios, y se encontraba tan cómodo en las grandes plazas musicales como en esos pequeños pueblos que, año tras año, recorría en sus celebraciones festivas.

Contaré dos pequeñas anécdotas que definen mejor que cientos de adjetivos la extraordinaria valía personal, humana y profesional de nuestro querido, y ahora para siempre añorado, Joaquín Carbonell.

El pasado año, con ocasión de una conferencia que tenía que pronunciar en mi Alcorisa natal a primeros de septiembre, quiso acompañarme con su guitarra para poner colofón al acto con unas cuantas canciones. La intervención de Joaquín fue sencillamente apoteósica, hasta el punto de que todo el público acabó cantando con él sus piezas musicales. Le propuse que, quizás, podríamos formar un dúo, él como cantante y yo como conferenciante, pero me respondió con esa sorna bajoaragonesa de la que hacía gala, y creo que tenía razón, que no veía clara la relación entre el derecho y la música.

Cuando la pandemia del coronavirus comenzó a causar estragos de forma incontrolada, a finales de marzo de este año, Joaquín tuvo la genial ocurrencia de enviar a sus amigos una pieza musical al atardecer de cada día. Con su guitarra y su voz nos hizo felices durante ese durísimo período de confinamiento. Su voz transmitía fuerza, ánimo, afecto, alegría, paz y sosiego.

A la última canción le acompañaba un mensaje que, aunque él no era consciente de ello, sonaba a despedida. He vuelto a escuchar esa grabación cuando he recibido la triste noticia de su muerte, tras el desigual combate librado contra esta maldita enfermedad del coronavirus, y sus palabras han vuelto a zarandearme el alma. Nos hablaba con el corazón en la mano para transmitirnos un grito de fortaleza, la misma que nosotros hemos intentado hacerle llegar en vano cuando ha estado luchando estas últimas semanas. En ellas decía que, al término del verano, alguien debería grabar un disco con todas esas canciones. Lo haremos querido amigo, aunque lamentablemente sin tu presencia. Nos dejas a modo de legado tu voz y tus sueños cantados, que pervivirán y serán recordados entre nosotros y en generaciones futuras. Es el mejor homenaje que te podemos hacer.

No conozco a su familia, pero quiero decirles que he tenido el privilegio de conocer y querer a Joaquín Carbonell, un hombre de unas cualidades humanas excepcionales, solidario, tolerante, entrañable, bondadoso, aragonés de corazón y ciudadano del mundo, toda una leyenda de la canción popular aragonesa y de la música. Así era Joaquín, por eso nos deja una huella imborrable, y su ausencia una herida incurable.

Parafraseando la letra de una de tus canciones, hoy estarás ya de vuelta a esa tierra que te vio nacer, en la que no es fácil converger y que desgraciadamente no va a verte envejecer. Espero que te hayas llevado la guitarra, para que sigas contando y cantando tus sueños. Te has marchado, pero nos dejas tus canciones, las que te han abierto la puerta de la eternidad en nuestro recuerdo. Hasta siempre, querido compañero y amigo.

*Javier A. Zaragoza Aguado es fiscal de Sala del Tribunal Supremo

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